Grupo Nacional de Montaña "Leones de Castilla"
  La mochila
 

                                                

La mochila es quizá el artículo que más se use, desde aquellas pequeñas que se llevan a todos lados hasta las grandes y sofisticadas para expediciones. Pero no todas son iguales y la elección de una depende de la actividad y de otros factores. Como usuario, uno tiene que observar sus características antes de adquirir una.

La mochila forma parte de ese material que conviene escoger con especial cuidado. Una mochila mala o un modelo inadecuado no sólo puede amargarnos la vida, sino que incluso puede afectar a nuestra salud. Cuanto más cerca del eje del centro de gravedad corporal se encuentre el centro de carga, más fácil será transportarla.

Este hecho influye en la forma y el sistema de suspensión de la mochila y también en la manera de distribuir la carga en su interior: los objetos más pesados hay que guardarlos cerca de la espalda y arriba (zona de hombros), y las piezas más ligeras se colocarán en la zona periférica e inferior. Para comprenderlo mejor, basta con imaginarse la forma de los cestos de transporte de los porteadores en Nepal, o la de los arcaicos macutos de madera que se utilizaban en los valles alpinos.

Una mochila de alpinismo tiene que estar fabricada con un material que cumpla con unas exigencias mínimas de calidad en cuanto a la resistencia del tejido y las costuras, tener unas hombreras suficientemente acolchadas y anatómicas que puedan regularse al caminar, y disponer de varios compartimientos con cierre de cremallera para guardar utensilios.

A partir de unos 45 litros, aproximadamente, es aconsejable que la mochila disponga de un cinturón lumbar acolchado que permite trasladar la carga desde los hombros hasta la cadera: para volúmenes más pequeños basta con un cinturón lumbar más sencillo.

Sistemas de espalda

Las mochilas que se apoyan directamente sobre la espalda, aunque no tienen armadura, siempre deben tener una espalda acolchada para dar mayor estabilidad y confort. En algunos modelos esto se consigue con la incorporación de una colchoneta de gomaespuma que puede ser extraíble o no.

Este tipo de mochilas anatómicas se ajustan estrechamente a la espalda y son especialmente adecuadas para la escalada, el esquí de travesía o esquí alpino fuera de pista, o el ciclismo. 

Las mochilas de gran capacidad (las denominadas mochilas de trekking), con un volumen que va desde 50 hasta 70 litros, aproximadamente, o incluso más, deben estar equipadas con una armadura ligera, estable y anatómica. La mejor solución la ofrecen unas pletinas de aluminio extraíbles y deformables (los viejos tubos no son flexibles).

Dado que hay espaldas cortas y espaldas largas, el sistema de espalda debe ser de altura ajustable.
Las mochilas con armadura rígida exterior —las canadienses— se pueden considerar anticuadas para la mayoría de los usos. 

Por su elevado peso y el hecho de estorbar mucho y limitar la movilidad en las actividades de montaña, su uso queda restringido a las actividades en terrenos no montañosos. Son adecuadas, sin embargo, para transportar cargas pesadas, como, por ejemplo, en expediciones o en porteo  de víveres a refugios muy accesibles, o para todas aquellas actividades en las que es necesario transportar objetos abultados que no caben dentro de una mochila y que por ello tienen que sujetarse en la parte exterior. También para tirar de un trineo (expediciones en Groenlandia, Alaska, etcétera) ofrecen algunas ventajas.

Las mochilas de senderismo deben estar equipadas, preferentemente, con un armazón ligero incorporado y disponer de uno o varios compartimientos exteriores. Capacidad: de 20 a 45 litros, aproximadamente.

Las mochilas de día o day pack se pueden encontrar en muchas versiones: para ir al colegio, para excursiones urbanas, para esquiar o montar en bicicleta, etcétera, y a menudo ofrecen numerosos detalles funcionales. Por desgracia, abundan en el mercado los modelos a precio de ganga que tienen una calidad más que dudosa. Sin embargo, también las mochilas de día deben cumplir con unas mínimas exigencias en cuanto al confort y la funcionalidad, es decir, tener una espalda reforzada, hombreras acolchadas, cinturón lumbar, bolsillos o compartimentos incorporados y un material suficientemente resistente.


Cómo cargar la mochila



Sistema de ventilación de la espalda

Es imprescindible que la mochila permita una buena ventilación de la espalda para no retener el calor y el vapor de agua que se produce al sudar, y evitar así un exceso de acumulación de calor que no sólo sería molesto, sino que también se autopotenciaría debido al efecto de sauna. Pero son pocos los fabricantes que se toman en serio el detalle de una espalda bien ventilada. En el caso de las mochilas para senderismo, la solución más fresca es una malla tensa y separada de su espalda algo curvada (aircomfort). En las mochilas que se ajustan a la espalda es un acolchado de material especial que expulsa la humedad (aircontact). Existen también otros sistemas de ventilación, pero con una eficacia que a menudo deja mucho que desear.

Otras características y detalles funcionales

Las hombreras deben ser anatómicas, así como tener anchura suficiente y un buen acolchado en la zona de hombros. Una correa pectoral aumenta la estabilidad en el porteo, lo que es de especial relevancia en el caso de las mochilas de gran capacidad o las mochilas para esquí.

Hasta un volumen de 40 litros, aproximadamente, el cinturón lumbar puede ser más básico (en las mochilas para escalada es preferible que sea desmontable). En las mochilas de mayor capacidad, el cinturón lumbar debe ser ancho y acolchado, puesto que tiene la función de trasladar la carga desde los hombros a la cadera. Es preferible que el acolchado consista en dos capas para que no sea demasiado blando.

Compartimento de seta o tape: facilita un acceso rápido a los utensilios más pequeños, tales como crema solar, gorro, cámara fotográfica, etcétera.
Compartimiento en el interior de la seta: sirve para guardar documentos importantes u objetos valiosos (se ubica habitualmente en dicho lugar).

Los bolsillos o compartimientos exteriores laterales son muy útiles, siendo ideales para las mochilas de senderismo. En cambio, en las mochilas para escalada son un estrobo. Una buena solución la ofrecen los bolsillos incorporados ocultos que se pueden sacar en caso de necesitarlos. Existen también como accesorios para las mochilas de gran capacidad.

Un detalle imprescindible son las anillas funcionales portamaterial para sujetar piolets, crampones, bastones, etcétera. Se desaconsejan las cintas o correas cosidas que con frecuencia estorban más que ayudan. Son suficientes las anillas de sujeción en las que se fijarán correas regulables según necesidad.

En cuanto a la impermeabilidad, no existe ningún tejido para mochilas que sea totalmente impermeable. Para conseguir un grado de impermeabilidad aceptable (hasta una columna de agua de 1,000 mm como máximo), el tejido debe tener un revestimiento interior de entre una y tres capas. Hay que distinguir entre revestimientos/resinados de PU (poliuretano), acrílico y PVC. El primero es el habitual en las mochilas para las actividades de montaña; el tejido de revestimiento de PU es blando y tacto suave; el revestimiento acrílico es más barato, pero el tejido tratado así tienda a arrugarse, y los tejidos con recubrimiento de PVC son muy gruesos, pesados y prácticamente impermeables, se utilizan sobre todo en mochilas baratas.

De todos modos, cualquier revestimiento envejece con el tiempo. Con el uso, el tejido se endurece y se deteriora la capa de recubrimiento, lo que significa que con el tiempo disminuye su impermeabilidad. Para tener una protección segura contra la humedad, existen las fundas de nailon.

Es de especial importancia el peso de la propia mochila. Obviamente, el material cordura, que es más resistente, pesa más que el nailon para mochilas. Pero existen también importantes diferencias en el peso debido al tipo de construcción que utilizan los fabricantes.

Tomado de Ediciones Desnivel, de: Pit Schubert y Pepi Stückl. Montaña y seguridad. Técnicas de aseguramiento y material. Ediciones Desnivel, Madrid. 2007. 219 páginas. ISBN: 978-84-9829-093-6. Páginas 25-28
 
 
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